LA ENERGÍA ELÉCTRICA, UNA ENERGÍA LIMPIA


Toda actividad industrial tiene potencialmente efectos sobre el medio ambiente. La que realiza la industria eléctrica posee, sin embargo, dos particularidades: genera un producto limpio cuyo uso final por parte del consumidor no produce ningún tipo de residuo y puede dar lugar a beneficios para la protección del entorno.
Uno de los objetivos tradicionales de las compañías eléctricas es utilizar de manera óptima, desde el punto de vista económico, los recursos primarios necesarios para la producción de electricidad (agua, combustibles, etc.).
Esto significa consumir la menor cantidad de recursos primarios posible por cada unidad de energía producida, lo que implica, a su vez, generar la menor cantidad de contaminantes posible por cada kwh puesto en la red.
Por otro lado, muchas de las aplicaciones de la electricidad proporcionan beneficios medioambientales de forma directa. Así ocurre cuando se sustituye el uso de combustibles fósiles por el de electricidad en determinados usos industriales y domésticos, ya que la misma cantidad de combustible sustituido contamina más si es consumida directamente, que si es empleada en generar energía eléctrica.
La sustitución de combustibles fósiles por energía eléctrica puede tener, por consiguiente, un notable beneficio en la calidad del aire de las áreas urbanas e industrializadas. Además, el uso de la electricidad en el lugar de trabajo proporciona mejoras en las condiciones laborales, incluyendo la eliminación de problemas de contaminación en locales cerrados.
Una de las contribuciones de la electricidad a la mejora de la calidad ambiental se basa en que a un solo foco potencial de contaminación - una central de producción de electricidad, por ejemplo - se le pueden aplicar mejor las técnicas de eliminación o minimización de contaminantes que a varios focos de consumo final de energía.
Además, el empleo de técnicas eficientes de reducción de contaminantes en las plantas de generación eléctrica les permite a éstas consumir combustibles de alto poder contaminante con un reducido impacto ambiental, lo cual no es posible en otro tipo de instalaciones.
Esto supone poder utilizar materias primas que, de otra manera, tendrían que ser desechadas. En los comienzos del siglo XXI, el uso de la electricidad se plantea así como una necesidad, ya que la interpretación moderna del concepto de medio ambiente aconseja incluir en él todos los factores que contribuyen al bienestar. En esta perspectiva, la electricidad, a través de sus múltiples aplicaciones, puede hacer una positiva contribución a la mayor calidad del medio ambiente.
Sin embargo, a pesar de que la electricidad puede ser un factor de mejora de la calidad ambiental, las actividades necesarias para su producción, transporte y distribución suponen un riesgo para el entorno natural. Las centrales térmicas de producción de energía eléctrica producen residuos sólidos, líquidos y gaseosos que hay que manejar y tratar con cuidado para evitar agresiones medioambientales. Y los aprovechamientos hidroeléctricos han de ser construidos y explotados de forma adecuada para que su impacto en el medio sea mínimo. Asimismo, las líneas y equipamientos de transporte y distribución de electricidad pueden causar impactos en el entorno natural.

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