
Los efectos de las líneas eléctricas sobre el medio ambiente pueden darse tanto en la fase de construcción, como en la de explotación. El alcance de estos efectos depende en gran medida del trazado de la línea, por lo que la planificación y la selección de alternativas son fundamentales. Los efectos medioambientales en la fase de instalación afectan fundamentalmente al suelo, a la vegetación y a la fauna que habita en la zona. Normalmente, para la construcción de una línea es imprescindible la apertura de pistas que permitan el acceso de vehículos, la cimentación y montaje de los apoyos y el tendido de los conductores.
El movimiento del terreno también puede originar impactos puntuales sobre las aguas y la atmósfera. Sin embargo, estos efectos suelen ser de pequeña magnitud, puesto que se circunscriben a alteraciones superficiales en las zonas de levantamiento de los postes. El tendido de los cables puede ocasionar daños a la vegetación cuando se realiza el tensado si previamente no se ha abierto una calle bajo la línea. Cuando la línea atraviesa zonas boscosas, es necesario abrir una calle de seguridad bajo la misma. De ella hay que eliminar la vegetación arbórea por razones de seguridad, puesto que es necesario que haya una distancia mínima entre el conductor y la copa de los árboles. El impacto medioambiental de las líneas en la fase de explotación se debe a los apoyos y a los cables, tanto los conductores como, en caso de que existan, los cables de tierra. Por lo que se refiere a los apoyos, pueden tener un efecto ambiental positivo sobre la avifauna, ya que con frecuencia son utilizados por las aves como oteaderos o como lugares para la nidificación o el reposo. Sin embargo, a veces suponen una limitación para la explotación forestal y agrícola del terreno y pueden tener un efecto negativo sobre el paisaje que es lógicamente más importante en zonas de alto valor histórico o cultural.
En cuanto a los conductores, el principal impacto se produce sobre la avifauna por electrocución o por colisión. La electrocución tiene lugar cuando aves de gran tamaño contactan simultáneamente con dos conductores o cuando se posan en una torreta metálica y rozan alguno de los conductores, pues se produce entonces una derivación a tierra a través del cuerpo del animal. El riesgo es más acusado en las líneas de distribución que en las de transporte, ya que en las primeras los conductores se encuentran más cercanos entre sí y más próximos también a las crucetas. El diseño de estas últimas influye decisivamente en el nivel de riesgo. Así, los aisladores rígidos y los puentes superiores no aislados suponen un elevado índice de riesgo, mientras que las cadenas de aisladores suspendidos suelen ser más seguras. Por su parte, la colisión ocurre fundamentalmente en los cables de tierra de las líneas de alta tensión que, por su pequeña sección en relación con la de los conductores, son menos visibles para las aves. Resultan más peligrosos en momentos de menor visibilidad, como el amanecer y el atardecer –en los que muchas aves realizan sus tránsitos entre zonas de reposo y alimentación -, en días de niebla y en las zonas de humedales sobre las cuales vuelan las aves formando grandes concentraciones. Los casos de colisión son menos numerosos que los de electrocución y se producen más en las líneas de transporte que en las de distribución.
Finalmente, los conductores pueden tener otros impactos medioambientales de menor relevancia. Así, afectan a la vegetación cuando es necesaria la apertura de una calle de seguridad, lo que supone talas periódicas de mantenimiento y puede constituir una barrera para determinadas especies animales. Como aspecto positivo, cabe subrayar que, en determinados casos, la calle puede convertirse en cortafuegos. Otro efecto de los conductores es el ruido que pueden producir al paso de la corriente en las líneas de alta tensión; sin embargo, en condiciones normales apenas es perceptible y sólo se incrementa en casos de niebla o lluvia.
El movimiento del terreno también puede originar impactos puntuales sobre las aguas y la atmósfera. Sin embargo, estos efectos suelen ser de pequeña magnitud, puesto que se circunscriben a alteraciones superficiales en las zonas de levantamiento de los postes. El tendido de los cables puede ocasionar daños a la vegetación cuando se realiza el tensado si previamente no se ha abierto una calle bajo la línea. Cuando la línea atraviesa zonas boscosas, es necesario abrir una calle de seguridad bajo la misma. De ella hay que eliminar la vegetación arbórea por razones de seguridad, puesto que es necesario que haya una distancia mínima entre el conductor y la copa de los árboles. El impacto medioambiental de las líneas en la fase de explotación se debe a los apoyos y a los cables, tanto los conductores como, en caso de que existan, los cables de tierra. Por lo que se refiere a los apoyos, pueden tener un efecto ambiental positivo sobre la avifauna, ya que con frecuencia son utilizados por las aves como oteaderos o como lugares para la nidificación o el reposo. Sin embargo, a veces suponen una limitación para la explotación forestal y agrícola del terreno y pueden tener un efecto negativo sobre el paisaje que es lógicamente más importante en zonas de alto valor histórico o cultural.
En cuanto a los conductores, el principal impacto se produce sobre la avifauna por electrocución o por colisión. La electrocución tiene lugar cuando aves de gran tamaño contactan simultáneamente con dos conductores o cuando se posan en una torreta metálica y rozan alguno de los conductores, pues se produce entonces una derivación a tierra a través del cuerpo del animal. El riesgo es más acusado en las líneas de distribución que en las de transporte, ya que en las primeras los conductores se encuentran más cercanos entre sí y más próximos también a las crucetas. El diseño de estas últimas influye decisivamente en el nivel de riesgo. Así, los aisladores rígidos y los puentes superiores no aislados suponen un elevado índice de riesgo, mientras que las cadenas de aisladores suspendidos suelen ser más seguras. Por su parte, la colisión ocurre fundamentalmente en los cables de tierra de las líneas de alta tensión que, por su pequeña sección en relación con la de los conductores, son menos visibles para las aves. Resultan más peligrosos en momentos de menor visibilidad, como el amanecer y el atardecer –en los que muchas aves realizan sus tránsitos entre zonas de reposo y alimentación -, en días de niebla y en las zonas de humedales sobre las cuales vuelan las aves formando grandes concentraciones. Los casos de colisión son menos numerosos que los de electrocución y se producen más en las líneas de transporte que en las de distribución.
Finalmente, los conductores pueden tener otros impactos medioambientales de menor relevancia. Así, afectan a la vegetación cuando es necesaria la apertura de una calle de seguridad, lo que supone talas periódicas de mantenimiento y puede constituir una barrera para determinadas especies animales. Como aspecto positivo, cabe subrayar que, en determinados casos, la calle puede convertirse en cortafuegos. Otro efecto de los conductores es el ruido que pueden producir al paso de la corriente en las líneas de alta tensión; sin embargo, en condiciones normales apenas es perceptible y sólo se incrementa en casos de niebla o lluvia.